UNA ESCRITURA DE BATALLA

Nota alrededor de Rubí. Una novelita sobre Babasónicos

Por Ángel Fernández

                                                                   Babasónicos.

                                                                   Los Baba.

                                                                   No tienen comparación con otra banda de acá ni de afuera.

                                                                   Ni siquiera para empezar a hablar.

                                                                   Lo único es monstruoso, Eso magnetiza.

 

W.L.

 

Walter Lezcano le pone voz al antihéroe babasónico.

Se trata de ese protagonista transgeneracional a la vez singular y colectivo que la misma banda propone como personaje central y como interlocutor válido de su obra. Está presente desde el primer disco (Pasto 1992) en ese auténtico himno tan disconforme como programático que es D-Generación. Ese personaje que se caga en la opinión de los que pretenden saber y afirma enigmáticamente que “algo le pasa” es una figura inaugural de la estética-política babasónica.

La oferta es irresistible: contra el falso saber de la opinión que los sabios de turno esgrimen para reducir a la juventud a su caricatura, Babasónicos propone un programa de trinchera donde se articulan interrogación y lectura sobre esa generación y esas generaciones a la que “algo les pasa”. Algo muy diferente a lo que la opinión ciega y servil propone. Contra ella y a favor de una sostenida argumentación de esa diferencia la gran narración babasónica, se lanza a la construcción de pequeños relatos preciosos que son sus canciones, montadas en esas auténticas embarcaciones poéticas y guerreras que son sus discos.

Allí mismo es donde Lezcano acepta la oferta y se integra al cauce narrativo que se orienta a responder la pregunta originaria, la interpelación primordial de la obra babasónica: ¿qué le pasa a tu generación?

Hay un problema central y un elemento común a todas ellas. El primero consiste en encontrar una voz que sepa buscar a otras voces que ayuden a decir lo que pasa. El segundo es que se trata de generaciones posdictadura, es decir, de personas que viven sumergidas en una atmósfera enrarecida. Una atmósfera en la que – al decir de Silvia Schwarzböck- los vencedores se disfrazaron de vencidos y los vencidos de vencedores.

Para orientarse en este aire turbio y traicionero que respira tanto la época como el narrador, Lezcano se aferra a la letra babasónica al punto de ponerle a cada capítulo de su “novelita” el nombre de un disco de la banda con su respectiva fecha de aparición al lado, entre paréntesis. También aparecen referencias a la letra que circula en distintas entrevistas y desde luego la infaltable selección amorosa de los versos inolvidables de las canciones.

Pero el oído de Lezcano puesto a funcionar como una brújula busca otras voces como la de Enrique Symns y Gloria Guerrero que en su momento desde los artículos de las revistas sintetizaban la pasión y el saber, la música y la vida.

Aunque el lugar central de esta búsqueda lo ocupa la voz de Poni, que es la voz del amor y de la agonía del protagonista. Poni es el verdadero Rubí que se gana y se pierde, el elemento que nos lleva a la gloria cuando está presente y que nos hunde en el horror cuando no está. El puente que une al narrador con la posibilidad de una vida, pero fundamentalmente con su propia voz. Poni es la salida del mutismo y el peligro de hundirse en él. Por eso, el camino de la narración se teje con tres agujas: las voces de la banda favorita, algunos maestros del pasado y el amor de su vida. Es el fan, el lector y el enamorado el que nos habla respectivamente.

El otro punto es más complicado porque es el lector el que pasa a ocupar el lugar protagónico.  Ahí el que lee es el que debe decir qué lugar ocupa en esas generaciones posdictadura y en el juego de semblantes que las envuelven. Ahí es donde la “novelita” convierte la pluralidad de sus voces en un solo grito de guerra. “Esa era la única vida que me interesaba: la de estar acompañado y en guerra contra el mundo. Hasta que tuve que buscarme otra existencia a la fuerza, para sobrevivir.” Pero ese dilema se supera en la escritura. Ella pone al lector en la encrucijada: o bien aceptar las opiniones sabias y mantener el mutismo y la ingenuidad del sentido común “ilustrado” o bien reconocer la derrota y no hacerse ilusiones al tiempo que se busca a otros con quienes decir la singularidad de lo nuevo. Si juntamos a César Aira con Jacques Alain Miller podemos armar una fórmula posible: ocultarse y funcionar hacia un esfuerzo de poesía.

Por eso la lectura de Rubí nos plantea la pregunta sobre si estamos ante una novela de formación o de destrucción. Ni una ni otra, Lezcano parece inclinarse más bien por una escritura de batalla. Tomar la palabra para hacer efectiva una política de la memoria estética y existencial de esas generaciones posdictadura, que al decir de Walsh, no se dejan conmover por las bellas almas de los verdugos.

 

                                                                                                                   

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