“El Mundial es una obra de arte colectiva”. El psicoanalista argentino Ángel Fernández habla sobre el Mundial de Fútbol

El comienzo de la Copa Mundial de Fútbol Qatar 2022 nos entrega una nueva oportunidad de vivir un fenómeno que moviliza a todo el planeta. Millones de personas estarán pendientes y querrán que su equipo, su país, se corone ganador. En este marco, el psicoanalista Ángel Fernández reflexiona sobre el Mundial y su relación con la fiesta, el símbolo, el deseo y la alteridad.

Ana P: ¿Qué dice del Mundial un practicante del psicoanálisis?

Ángel Fernández: El Mundial es una gran obra de arte colectiva. Una obra que permite mostrar un costado de la pasión que el peso de los ideales ordena reprimir.  

¿Por qué hablás de una obra de arte colectiva?

AF: Porque reúne al menos tres elementos que configuran cualquier acontecimiento estético: la fiesta, el juego y el símbolo.

¿Podes explicar un poco esto? ¿cómo sería?

AF: El mundial es una de las pocas fiestas populares que quedan en una sociedad que va perdiendo todos los rituales. Cuando se habla de la fiesta o del carnaval como la suspensión de la jerarquía que ordena la vida cotidiana, podemos pensar al Mundial como un refugio de la vieja idea de pertenencia a una Patria, a un Estado Nación. 

Por otra parte, es fundamental el lugar que ocupa el juego. Freud hablaba de las fantasías como un lugar donde los dinosaurios aún están vivos, donde la cultura no mortificó del todo el territorio como para reducir al sujeto a sus designios, sino que siguen vivos los animales mitológicos. Por eso el juego es un refugio fantástico que implica la participación de cada uno en un evento colectivo donde aparece el asombro y la sorpresa y nos libera momentáneamente del previsible peso de la rutina y el trabajo. En definitiva, el juego y la fantasía que conlleva pone en suspenso la moral utilitaria en la que vivimos. 

Por último, es importante ubicar el elemento alegórico o simbólico. Porque en el Mundial, claro, hay deporte, hay entretenimiento, pero también hay un tratamiento lúdico de los mismos problemas de la sociedad en otro registro.  El ejemplo paradigmático de esto son los dos goles que Maradona les hace a los ingleses en México del ´86. Porque les hace el gol del siglo, pero primero, les hace el gol de potrero, que es su opuesto. Entonces las cosas pasan a otro registro porque ese resultado parece justicia poética si lo vinculamos con el dolor que el pueblo argentino había sufrido con la Guerra de Malvinas y el papel de los ingleses en ese conflicto. Ahí la victoria futbolística dialoga con la derrota política. 

La rivalidad Argentina-Brasil, ¿cómo la podemos pensar?

AF: A pesar de que Argentina y Brasil son países muy diferentes, en términos de fútbol lo que se pone en juego es el narcisismo de las pequeñas diferencias, que no es querer tener lo que el otro tiene sino, más bien, querer que el otro no tenga lo que lo puede volver superior o igual a mí. 

¿Qué pasa con el deseo de cada uno en este evento colectivo?

AF: El principio básico de la publicidad es que el deseo es el deseo del otro: si me decís que alguien que funciona como mi ideal del yo usa tal perfume, voy a querer usar ese perfume, porque el deseo del otro es el que suscita el mío. Todos tenemos el deseo de que gane Argentina, pero en realidad es el gran Otro Argentino que desea eso y nosotros nos sumamos a eso. Al revés del goce, que es siempre del uno, del cuerpo propio y más bien mudo, el deseo siempre es parlanchín y articulado al otro y en el fútbol es una dimensión fundamental, no solo por el rival sino porque está la banda, el equipo, la hinchada, el padre que te lleva, siempre está el otro mediador que te conduce al fútbol.

Si todos queremos que gane Argentina ¿Por qué no es un deseo de todos, un deseo colectivo? 

AF: El deseo siempre se descifra en clave singular. No se trata de un deseo colectivo porque, a pesar de que todos queremos que Argentina gane, nadie sabe que gana cada uno cuando gana Argentina. ¿Qué victoria está en juego para cada uno? ¿Por qué hay gente que le da un infarto cuando pierde su equipo? ¿Qué se gana y que se pierde para cada uno? Por eso creo que es importante entender algo del valor metafórico, alegórico, del fútbol. 

¿Por qué nos atrae tanto el fútbol?

AF: El fútbol tiene ese “no sé qué”, como las callecitas de Buenos Aires. Ahí pienso como un amigo mío que siempre dice que el fútbol es un deporte inclusivo porque no importa si sos petiso, alto, gordo, flaco, podes jugar igual y ser buenísimo. A diferencia de otros deportes como el rugby, o el básquet, que requieren de ciertas características físicas específicas. Después hay algo muy importante que es la escasez del gol, el fútbol tiene una narrativa de suspenso, el gol se hace esperar y a veces no llega. En cualquier otro deporte sobran goles. Y después, me parece que es, de todos los deportes, el más parecido a la vida porque es injusto, podés ganar jugando mal o con un equipo sin mayores cualidades.

Entonces, el fútbol reúne lo más parecido y lo más ajeno a nosotros…

AF: Es cierto. Es la presencia de lo más próximo y lo más lejano. En todo caso, diría que es una reserva de nuestra relación con lo otro, con la diferencia. El Mundial también es la oportunidad que tenemos desde un país periférico para tener relación con el mundo, a través del fútbol te conectas con eso otro que no sos vos y eso tiene un fuerte efecto erótico. Byung-Chul Han en “La Agonía de Eros” dice que estamos siempre en la lógica de lo mismo y eso es una caída a cero de lo erótico, porque lo erótico es el encuentro con la diferencia. Por ejemplo, lo tengo a Adrián Dárgelos cerca, tiene mi edad, venimos de una clase social parecida, pero yo soy fanático de él, para mí no hay un narcisismo de las pequeñas diferencias porque en él hay un  otro que es la propia alteridad de mi goce cuando dice: “mírame de lejos y verás como tu dios colapsa dentro mío”, es mi propio dios, mi propia alteridad , mi imposibilidad de hacerme uno conmigo mismo, ahí está lo erótico, cuando uno toca algo de su falta de identidad, su falta en ser, su agujero, eso otro que cada uno es para sí mismo, ahí empieza lo erótico. Si somos uno, si yo ya sé quién soy, si somos todos lo mismo, es la agonía de Eros y Eros vive de la alteridad. 

El Mundial es un encuentro con la alteridad, un encuentro de países, camisetas, fantasías, un erotismo de la proximidad con lo desconocido.

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